¡Las palomas de San Marcos otra vez!
Tranquila está la plaza, dormita el mediodÃa.
En un dulce frescor, despreocupado,
lanzo al azul canciones como un revoloteo de palomas
y las atraigo después
para colgar una rima más entre sus plumas.
¡Oh mi dicha, mi dicha! 67 >>
Serena techumbre celestial, azulada luz, de seda,
cómo flotas cobijando la construcción multicolor
que yo —¿qué digo?— amo, temo, envidio…
¡En verdad, con gusto libarÃa su alma!
—¿Se la devolverÃa alguna vez?—
¡No, tranquilÃzate, asombro de los ojos!
¡Oh mi dicha, mi dicha! 68 >>
Severa torre, ¡con qué leonino Ãmpetu
te elevas aquÃ, vencedora sin esfuerzo!
La plaza llenas con tu profundo tañido —:
¿Es acaso francés su accent aigu?
Si como tú aquÃ, permaneciera,
sabrÃa por qué sedoso imperativo…
¡Oh mi dicha, mi dicha! 69 >>
¡Fuera, música, fuera! ¡Deja que las sombras se espesen