1984

Tenía Winston la sensación de que podría penetrar en ese mundo cerrado, que ya estaba dentro de él con la cama de caoba y la mesa rota y el reloj y el grabado e incluso con el mismo pisapapeles. Sí, el pisapapeles era la habitación en que se hallaba Winston, y el coral era la vida de Julia y la suya clavadas eternamente en el corazón del cristal.

V

Syme había desaparecido. Una mañana no acudió al trabajo: unos cuantos indiferentes comentaron su ausencia, pero al día siguiente nadie habló de él. Al tercer día entró Winston en el vestíbulo del Departamento de Registro para mirar el tablón de anuncios. Uno de éstos era una lista impresa con los miembros del Comité de Ajedrez, al que Syme había pertenecido. La lista era idéntica a la de antes -nada había sido tachado en ella-, pero contenía un nombre menos. Bastaba con eso. Syme había dejado de existir. Es más, nunca había existido.


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