Nuestra civilización, con la venia de Chesterton, se basa en el carbón, mucho más de lo que uno cree antes de pararse a pensar en ello. Las máquinas que nos mantienen en vida y las máquinas que fabrican estas máquinas dependen todas, directa o indirectamente, del carbón. En el metabolismo del mundo occidental, sólo el hombre que trabaja la tierra supera en importancia al minero. Éste es como una tiznada cariátide sobre cuyos hombros se apoya casi todo aquello que no está tiznado. Por ello, vale la pena observar el proceso concreto de la extracción del carbón, si se tiene la oportunidad y el deseo de tomarse esta molestia.