Pasados unos tres dÃas de las luchas de Barcelona regresamos al frente. Tras los enfrentamientos —más concretamente, tras el combate de insultos en la prensa— resultaba difÃcil pensar en la guerra tan ingenua e idealistamente como antes. Supongo que nadie pasó algunas semanas en España sin sentirse algo decepcionado. Recordaba las palabras del corresponsal con quien conversé durante mi primer dÃa en Barcelona: «Esta guerra, como cualquier otra, es un fraude». El comentario, hecho en diciembre, me habÃa desagradado profundamente y entonces no me pareció cierto; en mayo seguÃa sin parecerme cierto del todo, pero sà más que antes. Es sabido que toda guerra sufre una especie de degradación progresiva a medida que pasan los meses, porque cosas tales como la libertad individual y una prensa veraz no son compatibles con la eficacia militar.