Rebelión en la granja

IX

El casco partido de Boxer tardó mucho en curar. Habían comenzado la reconstrucción del molino al día siguiente de terminarse los festejos de la victoria. Boxer se negó a tomar ni siquiera un día de asueto, e hizo cuestión de honor el no dejar ver que estaba dolorido. Por las noches le admitía reservadamente a Clover que el casco le molestaba mucho. Clover lo curaba con emplastos de yerbas que preparaba mascándolas, y tanto ella como Benjamín pedían a Boxer que trabajara menos. «Los pulmones de un caballo no son eternos», le decía ella. Pero Boxer no le hacía caso. Sólo le quedaba —dijo— una verdadera ambición: ver el molino bien adelantado antes de llegar a la edad de retirarse.









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