Rebelión en la granja

Estaba escrito muy claramente y exceptuando que donde debía decir «amigo», se leía «imago» y que una de las «S» estaba al revés, la redacción era correcta. Snowball lo leyó en voz alta para los demás. Todos los animales asintieron con una inclinación de cabeza demostrando su total conformidad y los más inteligentes empezaron enseguida a aprenderse de memoria los Mandamientos.

—Ahora, camaradas —gritó Snowball tirando el pincel—, ¡al henar! Impongámonos el compromiso de honor de terminar la cosecha en menos tiempo del que tardaban Jones y sus hombres.

En aquel momento, las tres vacas, que desde un rato antes parecían estar intranquilas, empezaron a mugir muy fuertemente. Hacía veinticuatro horas que no habían sido ordeñadas y sus ubres estaban a punto de reventar. Después de pensarlo un momento, los cerdos mandaron traer unos cubos y ordeñaron a las vacas con regular éxito pues sus patas se adaptaban bastante bien a esa tarea. Rápidamente hubo cinco cubos de leche cremosa y espumosa, que muchos de los animales miraban con gran interés.

—¿Qué se hará con toda esa leche? —preguntó alguien.

—Jones a veces empleaba una parte mezclándola en nuestra comida —dijo una de las gallinas.

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