EL SOFISTA o del ser

Ni lo uno ni lo otro es cierto. En efecto, todas las ideas participan de lo mismo y de lo otro. En tanto que participan de lo mismo, cada una de ellas no puede menos de afirmarse: el ser es aquello que existe, el no-ser es aquello que no existe. Pero en tanto que las ideas participan de lo otro, cada idea se distingue de todas las demás, y en este sentido se da el no-ser en el ser, y el ser en el no-ser. Es decir, y no nos engañemos, el ser no es un ideal sin determinación, y el no-ser no es una sombra sin realidad. Es decir, Dios no es todo y el mundo nada.

Platón insiste particularmente sobre esta proposición: el no-ser existe en cierta manera. El objeto del diálogo, a saber, la definición del sofista, lo reclamaba así, y por una dichosa casualidad importaba sobre todo restablecer la realidad del no-ser contra Parménides, que la negaba, y absorbía todo lo demás en el vasto seno del ser indeterminado. Por este medio opone su propia doctrina al eleatismo; la doctrina que distingue el mundo del principio del mundo a aquella que los confunde; la verdad, al error.

Tal es, si no nos equivocamos, la verdadera importancia de esta parte del Sofista; ella da a la teoría de las ideas su indispensable complemento; a la metafísica platónica su verdadero sentido, su exacta extensión, su valor y su título a la consideración de la posteridad.

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