CÉFALO — ADIMANTO — ANTIFÓN — GLAUCÓN — PITODORO — SÓCRATES — ZENÓN — PARMÉNIDES — ARISTÓTELES
CÉFALO. —Cuando llegamos a Atenas[1] desde Clazomenes[2], nuestra patria, encontramos en la plaza pública a Adimanto y a Glaucón[3]. Tomándome por la mano, me dijo Adimanto: Bienvenido, Céfalo; si necesitas algo que nosotros podamos proporcionarte, no tienes más que desplegar los labios.
—¡Ah!, si estoy aquÃ, es precisamente porque os necesito.
—ExplÃcate —me replicó—; ¿qué quieres?
—¿Cómo se llamaba —le dije— vuestro hermano materno?, porque yo no me acuerdo. Era yo muy joven cuando vine desde Clazomenes por primera vez, y desde entonces ha trascurrido mucho tiempo. Su padre, si no me engaño, se llamaba Pirilampo (Pyrilampes).
—Sà —dijo—, y él se llamaba Antifón[4]; ¿pero qué es lo que te trae?
—El exceso de celo por la filosofÃa de mis compatriotas; han oÃdo decir que este Antifón ha estado muy relacionado con un cierto Pitodoro, amigo de Zenón, y que habiéndole oÃdo muchas veces referir las conversaciones de Sócrates, Zenón y Parménides, las recuerda perfectamente.
—Es verdad —dijo.