—¿Usted nunca ha estado en el manicomio? —me dijo uno.
—No que yo sepa… —respondÃ.
—¿Y en presidio?
—Tampoco, hasta ahora…
—Pues tenga cuidado, porque va a concluir en uno u otro.
—Es posible… perfectamente posible… —repuse procurando dominar mi confusión de ideas.
Salieron.
Estoy seguro de que han ido a denunciarme, y acabo de tenderme en el diván: como el dolor de cabeza continúa, me he atado la cara con un pañuelo blanco.