El Corsario Negro

A través de las fosforescentes aguas se veía cómo el cadáver descendía al fondo de los misteriosos abismos del mar describiendo grandes ondulaciones.

De repente, allá lejos se oyó otra vez el misterioso grito que tanto asustara a Carmaux y a Wan Stiller.

Ambos, que se encontraban bajo el puente de órdenes, se miraron pálidos como dos muertos.

—¡Es el grito del Corsario Verde que llama al Corsario Rojo! —murmuró Carmaux.

—¡Sí! —contestó Wan Stiller con voz ahogada—. ¡Los dos hermanos se han encontrado en el fondo del mar!

Un silbido les cortó bruscamente la palabra.

—¡Sobre babor! —gritó el contramaestre—. ¡A la orza la barra!

El Rayo viró de bordo y volteó entre los islotes del lago huyendo hacia el gran golfo, cuyas aguas doraban ya los primeros rayos del sol, y se extinguió de repente la fosforescencia.

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