El Corsario Negro

Algunos de aquellos colonos, escapados a la rabia española, consiguieron salvarse en otro islote llamado Tortue (Tortuga), porque vista a cierta distancia se parecía algo a aquellos reptiles, situada al norte de Santo Domingo, casi frente a la península de Samaná, y dotada de un cómodo puerto fácil de defender.

Aquellos pocos corsarios fueron los creadores de aquella raza formidable de filibusteros que en breve admiraría al mundo entero con sus extraordinarias e increíbles hazañas.

Mientras que algunos se dedicaban al cultivo del tabaco, que resultaba excelente en aquella tierra virgen, otros, deseosos de vengarse de la destrucción de las pequeñas colonias, se ponían a piratear en perjuicio de los españoles, tripulando simples canoas.

La Tortuga se convirtió enseguida en un centro importante, al que llegaron muchos aventureros franceses e ingleses de la vecina Santo Domingo y de Europa, enviados allí especialmente por armadores normandos.

Aquella gente, compuesta especialmente por fracasados, soldados y marineros ávidos de botín, y atraídos allí por la codicia de hacer fortuna y de poner las manos en las ricas minas de las que España extraía ríos de oro, al no encontrar en aquel islote lo que habían esperado, se ponían a saquear audazmente el mar, pues sus naciones estaban en continua guerra con el coloso ibérico.

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