El Corsario Negro

CAPÍTULO XXV

LOS ANTROPÓFAGOS DE LA SELVA VIRGEN

Penetraron en la floresta metiéndose por entre espesuras de palmeras, de bacabas viniferas, de ceropias, llamados también árboles candelabros por la extraña disposición de sus ramas, de caris, especie de palmeras de fuste espinoso lo que hace difícil y peligrosa la marcha por entre ellos; de mirites, que son otras palmeras de enormes dimensiones con las hojas dispuestas en forma de abanico; y de sipos, unas lianas gruesas y resistentes que emplean los indios en la construcción de sus cabañas.

Por miedo a una sorpresa avanzaban con extremada prudencia, aguzando el oído y mirando atentamente hacia los grupos de árboles más espesos, por si entre ellos se escondían los indios.

No había vuelto a oírse la señal; pero todo indicaba que por allí habían pasado hombres. Desaparecieron los pájaros y los monos, asustados, sin duda, por la presencia de sus eternos enemigos los indios, que hacen a unos y a otros encarnizada guerra, pues aprecian mucho su carne. Hacía dos horas que caminaban, siempre con grandes precauciones y procurando dirigirse constantemente hacia el Sur, cuando de pronto oyeron a cierta distancia algunas modulaciones que parecían producidas por una de esas flautas de caña que usan los indios. El Corsario detuvo a sus compañeros con un gesto.

eXTReMe Tracker