LA ASTUCIA DE THAN-KIU
El parao continuaba remontando las aguas del gran rĂo. HabĂa pasado sin detenerse ante Tavirán, pequeña aldea a orillas del Talaján en la confluencia del Sur, y proseguĂa su rápida carrera para llegar al Bacat y de allĂ salir al vasto lago de Butuán. Las regiones por donde atravesaban eran salvajes; la parte occidental de Mindanao no tiene pequeños poblados sino en las costas, y lo más hasta la boca de los grandes rĂos; pero, a veinte o treinta millas del mar, la naturaleza selvática domina y sĂłlo se hallan selvas inmensas, casi vĂrgenes, pobladas sĂłlo por monos, panteras negras, cienos, gatos de algalia y osos malayos.
De trecho en trecho, a grandes distancias, pero prĂłximos a los montes, hay indĂgenas que viven como fieras y que no quieren trato alguno con los habitantes de la costa, que son de origen tulisán-malayo. Pandaras se apresuraba a atravesar aquella regiĂłn, sabiendo que tenĂa mucho que temer de los habitantes de los bosques. No concedĂa reposo alguno a sus hombres durante la jornada, y trataba de que no descansaran un instante los remos; aquellos remeros parecĂan de hierro, y su duro y fatigoso ejercicio un simple juego. Por la noche anclaba el parao en medio del rĂo, y hacĂa velar por turno a varios piratas armados de fusiles.