EN EL PANTANO
Diez minutos después estaban acampados entre las cañas del islote, ante un buen fuego en que se asaba un muslo de oso, bocado exquisito según Pram-Li.
Aquel pedazo de tierra perdido en medio de la extensa laguna, separado de la larga penĂnsula por un canal de unos diez metros de ancho y fácil de rodear, tenĂa una circunferencia de cien metros prĂłximamente, y se elevaba sobre el nivel de las aguas más que todos los demás islotes y aquella especie de dique que habĂan atravesado poco antes.
Hong y sus compañeros, despuĂ©s de explorar las orillas por temor de que hubiera cocodrilos, abriĂ©ronse paso por el cañaveral espeso y acamparon en torno de las altas cañas, encendiendo aquel fuego no podĂa verse desde tierra y cuyo humo se perdĂa en las tinieblas.
El malayo no se descuidĂł en llevar consigo un par de patas de oso, y una de ellas estaba asándose. Mientras se asaba, discurrĂan los fugitivos un medio de salir de aquella situaciĂłn, peligrosa por la proximidad de Pandaras y su gente.
—Si no hallamos cómo atravesar esta laguna, o lago, o lo que sea, corremos muy inminente riesgo de caer en manos de ese canalla de Pandaras y de ser desollados, o decapitados por lo menos —exclamó Hong.
—No veo cómo —observó Than-Kiu—. Este lago parece tan grande, que no podremos pasarlo a nado.