LA FUGA
Los tres hombres se precipitaron hacia Than-Kiu creyendo que la tremenda noticia la habĂa fulminado como un rayo; pero, antes de que la tocasen, ella, con un esfuerzo supremo de que sĂłlo una naturaleza como la suya podĂa ser capaz, se incorporĂł, murmurando con voz dĂ©bil:
—No es nada… Than-Kiu es fuerte.
Luego, mirando a Sheu-Kin, añadió:
—¡Habla, habla; cuĂ©ntamelo todo!… ¡AhĂ! HabĂa soñado la catástrofe… ¡Ha muerto!
—No, Than-Kiu.
—Pretendes engañarme… ÂżPor quĂ© no decirme toda la verdad?… No le he visto más en sueños, despuĂ©s que las olas cubrieron la cañonera… ¡Desdicha, desdicha!… Lo sabĂa Ă©l… sabĂa que habĂa de ser fatal para todos…
—TranquilĂzate… acaso no haya muerto…
—¿Acaso… no?… ¿Es una esperanza que tratas de infiltrar en mi corazón?
—Sheu-Kin ha dicho la verdad —dijeron los otros, hasta entonces silenciosos.
—Bueno; contadme todo lo que sepáis.