EL PASO DEL BACAT
A fin de evitar que le hiriese alguna flecha envenenada, Hong hizo apagar todas las luces, y luego de haber rogado a la joven que se mantuviese cerca de la abertura, medio oculta tras un gran grupo de estalagmitas que unĂan el suelo y la bĂłveda de la caverna, se lanzĂł con los tres hombres intrĂ©pidamente hacia la galerĂa, resueltos a impedir el paso a los invasores.
Un poco de humo entraba aĂşn rozando el techo; pero habĂa perdido mucho de su acritud, y bastaba encorvarse para evitarlo. Los cuatro hombres, sofocando con gran esfuerzo algĂşn golpe de tos que hubiera podido denunciarlos, llegaron en breve, no obstante la oscuridad, al ingreso de la galerĂa.
—¡Todos al suelo! —ordenó Hong en voz muy baja—. ¡Es el mejor medio de evitar las flechas y el humo!
AcostĂłse el primero y escuchĂł con gran atenciĂłn.
—¡Oigo un leve rumor, como de cuerpos que se arrastran!
No habĂa terminado de decir esas palabras, cuando a la entrada de la galerĂa se oyeron toses trabajosamente sofocadas.
—¡El humo les hace traición; parece que no respeta su garganta!
—Están aún lejos —dijo Pram-Li.