LOS REHENES
Aquella noche la aldea resplandecĂa de un extremo al otro.
Inmensas hogueras ardĂan en torno de la pequeña plaza fuerte, y en medio de las llamas asábanse multitud de babirusas y muchos gatos. Patrullas de igorrotes llegaban con vĂveres y vasijas de barro llenas de vino de palma.
Ante la ciudadela, tendido en una esterilla de colores, hallábase el sultán rodeado por sus jefes principales, Bunga, Hong y sus compañeros. Cuatro cerdos asados enteros, gallos silvestres, fruta abundante y muchos vasos de vino fueron colocados en una mesa improvisada, y el monarca daba ejemplo comiendo por dos y bebiendo por cuatro.
Bunga mostrábase amabilĂsimo, incitando al sultán y a sus jefes a comer y beber, y daba incesantes Ăłrdenes a sus sĂşbditos para que todos los guerreros mindaneses tuvieran vĂveres y licor en abundancia. Hong, por su parte, parecĂa el mejor amigo del monarca, y a cada momento le proponĂa un nuevo brindis. Pero al igual que Bunga y sus compañeros, se guardaba muy bien de beber: unas veces no echaba lĂquido en su taza, y otras vertĂa por detrás de sĂ disimuladamente el que ya habĂa escanciado.