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CAPÍTULO V

LA CAUTELA DE THAN-KIU

La tow-meng en la que se habían refugiado Hong y sus compañeros era una de esas embarcaciones macizas usadas por los chinos, barroca, de dudosa solidez, de proa alargada y pesada, con dos ojos gigantescos que servían para la cadena del ancla, y popa bastante alta, con un timón de dimensiones monstruosas.

Tales veleros no son nada cómodos ni listos, pues siguen construyéndose como hace más de dos mil años, a pesar de los notables adelantos que se han operado en el arte de la navegación. Tienen aún velas de junco trenzado, en vez de tela fuerte; y, sin embargo, los chinos se atreven a afrontar con esas canoas primitivas los mares de la China y de la Malasia, tan peligrosos por sus tifones. Todos los años, un número enorme de juncos es engullido por el mar, no estando en condiciones de resistir el formidable impulso de aquellas olas monstruosas; así, cuentan que sólo el departamento marítimo de Cantón pierde anualmente de ocho a diez mil marineros; pero aquellos bravos celestiales no se preocupan de ello ni han pensado nunca en mejorar la construcción de sus barcos. Si sus antepasados se sirvieron de ellos durante miles de años, bien pueden seguir sirviéndose también ellos.

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