Los Tigres de Mompracem

XXI. El ataque de la pantera

Frente a los piratas estaban dos formidables enemigos. No demostraban intención de atacar a los hombres, porque se dirigían con rapidez uno contra otro como si quisieran medir sus fuerzas. Uno era una espléndida pantera de la Sonda; el otro, un orangután temible por sus fuerzas prodigiosas y su ferocidad.

La pantera, seguramente hambrienta, se quedó en una rama que caía sobre el riachuelo formando una especie de puente. Era una fiera bellísima, de un metro y medio de largo.

Su adversario, muy feo, mediría un metro cuarenta de estatura y unos brazos que no bajaban de dos metros y medio. Su cara larga y arrugada tenía aspecto feroz, especialmente sus ojillos. Estos monos no gustan de la compañía; generalmente evitan encontrarse con los hombres y con los otros animales, pero si se los irrita o se les amenaza son terribles y casi siempre triunfan a causa de su gran fuerza.

—Creo que asistiremos a una lucha a muerte —dijo Yáñez.

—Por ahora no quieren nada con nosotros —contestó Sandokán—. Pero después tendremos que hacer frente al vencedor.

—Es probable que para entonces esté en malas condiciones como para poder impedirnos el paso.

—¡Mira, la pantera se impacienta!

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