Los Tigres de Mompracem

IX. La traición

El almuerzo ofrecido por lord James a los invitados fue uno de los más espléndidos y alegres que se habían dado hasta entonces en la quinta.

Se brindó repetidas veces en honor de Sandokán y de la intrépida Perla de Labuán.

Al pasar las horas, la conversación se hizo animadísima; discutían acerca de tigres, cacerías, piratas, barcos. Únicamente el oficial de marina estaba silencioso y parecía muy ocupado en estudiar a Sandokán, pues no apartaba de él la vista ni un solo instante.

De pronto se dirigió al Tigre, que estaba hablando de la piratería, y le dijo con brusquedad:

—Dígame, príncipe, ¿hace mucho tiempo que llegó a Labuán?

—Hace veinte días —contestó el Tigre.

—¿Por qué razón no he visto en Victoria su barco?

—Porque los piratas me robaron los dos paraos que me conducían.

—¡Los piratas! ¿Lo atacaron los piratas? ¿Dónde?

—En las cercanías de las Romades.

—¿Cuándo?

—Pocas horas antes de mi arribo a estas costas.

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