Sandokan el Rey del Mar

Todavía estaba muy pálido y algo débil; pero la herida se le había cicatrizado casi por completo, gracias a su constitución robusta y a los asiduos cuidados del médico americano.

Era una mañana hermosa y no excesivamente cálida. Soplaba del sur una ligera brisa fresca que rizaba la inmensa superficie del mar de la Sonda, y que susurraba dulcemente entre las escotillas y el cordaje metálico del crucero.

Numerosas bandadas de pájaros, la mayor parte de ellos de los llamados pedreros, que son unas aves marinas dotadas de pasmosa agilidad y cuyo vuelo es ligerísimo, revoloteaban sobre el barco, juntamente con los Phoebetrie fuliginoso, los más pequeños de la familia de los diomedeos, persiguiendo a los peces voladores que las voraces doradas arrojaban de su elemento, obligándolos a volar largo trecho sobre las olas para ponerse a salvo.

Cuando vio aparecer al angloindio apoyado en el brazo del doctor, Yáñez, que estaba paseando por el puente al lado de Surama, se apresuró a ir a su encuentro.

-¡Vaya, ya le veo a usted restablecido! -le dijo -. ¡Crea que me alegro mucho, sir Moreland! A los hombres de mar les hace más provecho el aire libre del puente que el del camarote.

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