Robin Hood

Sin embargo, la energía natural del viejo guardabosque detuvo un instante las quejas, las lágrimas y el llanto.

—Robín —dijo con voz firme—, eres el legítimo heredero del condado de Huntington; no te sobresaltes, es cierto… así pues, un día serás poderoso, y mi cuerpo, mientras aliente en mí un soplo de vida, te pertenecerá… así tendrás por un lado la fortuna, por otro mi abnegación: ¡bien, mira, mírala, muerta, asesinada por un miserable la que te amaba tan tierna, tan sinceramente como hubiese amado al hijo de sus entrañas!

—¡La vengaré!

Y levantándose orgullosamente, el joven añadió:

—El conde de Huntington aplastará al barón de Nottingham, y la señorial morada del noble lord será devorada por las llamas, ¡de la misma forma que ha ocurrido con la casa del humilde guardabosque!

—Yo juro a mi vez —dijo Pequeño Juan—, no dar tregua ni descanso al barón de Fitz-Alwine, como tampoco a sus gentes y capataces.

Al día siguiente, el cuerpo de Margarita, transportado al «hall» por Lincoln y Pequeño Juan, fue enterrado piadosamente en el cementerio del pueblo de Gamwell.

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