El Rey Lear

ESCENA III

Palacio del duque de Albania

Entran GONERIL y el INTENDENTE.

GONERIL.—¿Es cierto que mi padre golpeó a mi escudero, porque éste reñía a su bufón?

EL INTENDENTE.—Sí, señora.

GONERIL.—Me está afrentando noche y día. No pasa hora sin que incurra en alguna grosera impertinencia. No lo toleraré más. Sus caballeros se vuelven turbulentos y revoltosos y él mismo nos abruma a reproches por la menor bagatela. Va a volver de su cacería; no quiero hablarle. Decidle que estoy indispuesta, y si os descuidáis en vuestros servicios a su persona, obraréis perfectamente. Yo me encargo de responder de vuestras faltas.

EL INTENDENTE.—Aquí viene, señora; oigo el rumor que anuncia su regreso.

GONERIL.—Emplead en vuestro servicio toda la indiferencia, toda la repugnancia que podáis. ¡Me gustaría que se quejara! Si se encuentra mal servido, váyase al lado de mi hermana, cuyas intenciones, en este asunto, concuerdan perfectamente con las mías. No queremos que nos dominen, ¡vaya un viejo caprichoso e inútil, que aún pretende dar todas las órdenes de una autoridad de que por sí mismo se despojó! Por mi honor, esos viejos chochos se vuelven niños y hay que tratarlos con rigor, cuando de nada sirven las caricias. No olvidéis mi encargo.

EL INTENDENTE.—Lo tendré muy presente, señora.

eXTReMe Tracker