Hamlet

Escena XI

Galería de palacio.

GERTRUDIS, Horacio.

GERTRUDIS.— No, no quiero hablarle.

HORACIO.— Ella insta por veros. Está loca, es verdad, pero eso mismo debe excitar vuestra compasión.

GERTRUDIS.— ¿Y qué pretende? ¿Qué dice?

HORACIO.— Habla mucho de su padre; dice que continuamente oye que el mundo está lleno de maldad; solloza, se lastima el pecho y airada trastorna con el pie cuanto al pasar encuentra. Profiere razones equívocas en que apenas se halla sentido, pero la misma extravagancia de ellas mueve a los que las oyen a retenerlas, examinando el fin conque las dice y dando a sus palabras una combinación arbitraria, según la idea de cada uno. Al observar sus miradas, sus movimientos de cabeza, su gesticulación expresiva, llegan a creer que puede haber en ella algún asomo de razón, pero nada hay de cierto, sino que se halla en el estado más infeliz.

GERTRUDIS.— Será bien hablarle antes que mi repulsa esparza conjeturas fatales en aquellos ánimos que todo lo interpretan siniestramente. Hazla venir. El más frívolo acaso parece a mi dañada conciencia presagio de algún grave desastre. Propia es de la culpa esta desconfianza. Tan lleno está siempre de recelos el delincuente que el temor de ser descubierto hace tal vez que él mismo se descubra.

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