La fierecilla domada

TRANIO:

Pues bien, con objeto de salvaros la vida, pues vuestro caso es muy grave, he aquí el servicio que estoy dispuesto a prestaros, y que os hará ver que no es poca suerte para vos el pareceros a Vincentio; vais a tomar aquí su nombre y a haceros pasar por él. Por supuesto, seréis alojado en mi casa y como corresponde a un amigo. Por vuestra parte, cuanto habréis de hacer consistirá en representar vuestro papel como es debido. ¿Me comprendéis? Por consiguiente, permaneceréis en mi casa hasta que hayáis terminado vuestros quehaceres en esta ciudad. Si este ofrecimiento, señor, os place, no tenéis sino aceptarle.

EL PEDAGOGO:

¡Pues no lo he de aceptar, caballero! Y siempre os consideraré como el protector de mi vida y de mi libertad.

TRANIO:

En este caso, venid conmigo, que vamos a disponer todo como es debido. ¡Ay!, y a propósito; es preciso que os diga que precisamente espero todos los días a mi padre para que asegure los derechos de viudedad a la hija de un tal Bautista, con la cual debo casarme. Pero ya os pondré al corriente de todos los detalles. Venid conmigo, señor, con objeto de que os vistáis cual conviene a vuestra actual categoría. (Salen.)

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