La fierecilla domada

PETRUCHIO:

Eso se llama arreglar bien las cosas. Dadle un beso por el trabajo que se ha tomado, mi querida señora.

CATALINA:

Aquél cuya cabeza da vueltas, cree que lo que gira es el mundo entero. Ahora soy yo quien os ruega, señora, que me digáis qué queréis decir con esto.

LA VIUDA:

Pues que vuestro marido, afligido a causa de una mujer malhumorada, mide la posible desgracia del mío con la suya propia. Ahora ya conocéis exactamente mi pensamiento.

CATALINA:

Pensamiento bien bajo, ciertamente.

LA VIUDA:

Exacto; en lo que a vos se refiere, en todo caso.

CATALINA:

Y tal vez más aún en lo que os afecta, señora mía.

PETRUCHIO:

¡Ánimo! ¡A ella, Lina!

HORTENSIO:

¡Ánimo! ¡A ella, esposa!

PETRUCHIO:

¡Cien marcos a que mi Lina queda sobre ella!

HORTENSIO:

Eso de quedar sobre ella, sólo es cuestión mía.

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