La fierecilla domada

Yo hago el mismo voto, compañerito, con tal de que se realice otro: que Lucentio pueda conseguir a la hija más joven de Bautista. En cuanto a ti, tarugo, ¡mucho cuidado! Y no a causa de mí, sino a causa de nuestro amo. Y trata de comportarte del modo más conveniente, sea cual sea la clase de gente con que nos relacionemos. Cuando estemos solos, Tranio seguiré siendo. En toda otra ocasión, Lucentio, tu amo.

LUCENTIO:

Vámonos, Tranio, que aún hay algo que debes hacer tú mismo: ponerte entre el número de los pretendientes de Blanca. No me preguntes por qué, bástate saber que tengo para ello buenas razones.

(Salen. Los del prólogo hablan a su vez.)

PRIMER CRIADO:

Dormitáis, señor. ¿Acaso no os agrada la pieza?

SLY:

Ya lo creo, ¡por Santa Ana! Buena historia, no hay duda. ¿Van a dar aún otra?

PAJE:

Excelencia, ésta empieza apenas.

SLY:

Por seguro que es un trabajo hábilmente hecho, ¿eh, señora mi mujer? Pero yo preferiría que hubiese acabado. (Sigue escuchando.)

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