Trabajos de amor perdidos

BEROWNE.—¡La primavera está próxima, cuando incuban los tiernos gansos!

DUMAINE.—¿Qué se sigue de eso?

BEROWNE.—Que todas las cosas, en su tiempo y lugar.

DUMAINE.—Pierde el concepto.

BEROWNE.—Tanto mejor para la rima.

LONGAVILLE.—Berowne es semejante a la dañosa helada, cuyas ardientes mordeduras perjudican los primeros retoños de la primavera.

BEROWNE.—Bien; y digo yo: ¿por qué el orgulloso estío ha de envanecerse antes que los pájaros hallen causa para cantar? ¿Por qué he de regocijarme de un nacimiento abortivo? No apetezco en Navidad más una rosa, que deseo la nieve en las risueñas y presumidas festividades de mayo, sino que cada cosa la quiero en su estación. Así pues, ahora es demasiado tarde para que os dediquéis al estudio; tanto valdría escalar una casa para abrir una diminuta puerta.

REY.—Bien quedaos vosotros; marchaos vos, Berowne. Adiós.

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