La riqueza de las naciones

Otras veces las industrias destinadas al comercio exterior crecen naturalmente, como si fuera de forma espontánea, a partir del gradual refinamiento de la industria popular y primitiva que siempre existe incluso en los países más pobres y atrasados. Estas manufacturas operan generalmente con los materiales que produce el país, y con frecuencia se las ve refinarse y progresar primero en aquellas regiones que no están extraordinariamente lejos aunque sí a una distancia apreciable del mar y a veces incluso de cualquier transporte por agua. Una región del interior, naturalmente fértil y fácil de cultivar, produce un abultado excedente de provisiones por encima de lo necesario para mantener a los cultivadores, y debido al coste del transporte terrestre y las incomodidades de la navegación fluvial a menudo puede ser difícil el envío de ese excedente al exterior. La abundancia, en consecuencia, abarata las provisiones y estimula a un amplio número de trabajadores a instalarse en la vecindad, al comprobar que su esfuerzo les procura allí más bienes necesarios y cómodos para la vida que en otro sitio. Elaboran los materiales que produce la tierra e intercambian sus productos terminados, o lo que es lo mismo: su precio, por más materias primas y provisiones. Añaden un nuevo valor al excedente de la producción bruta al ahorrar el gasto de su transporte hasta la costa o hasta un mercado distante; y entregan a los agricultores a cambio de esa producción algo que es útil o grato para ellos, y a un precio más atractivo que el que obtenían antes. Aparte de un mejor precio por su producción excedente, los cultivadores pueden comprar más baratos otros artículos que necesiten. Resulta así que tienen tanto el estímulo como la capacidad para incrementar esa producción excedente con una roturación ulterior y un mejor cultivo de la tierra; y de la misma forma como la fertilidad de la tierra hizo nacer a la industria, así el progreso de la industria reacciona sobre la tierra e incrementa aún más su fertilidad. Las manufacturas abastecen primero a las proximidades y después, cuando el trabajo progresa y se refina, a mercados más alejados. Ni los productos primarios ni las manufacturas más bastas pueden soportar sin una enorme dificultad el coste de un extenso viaje por tierra, pero en cambio las manufacturas más refinadas y modernas sí pueden. Con frecuencia encierran en un volumen pequeño el precio de una gruesa cantidad de materias primas. Una pieza de fino paño, por ejemplo, que sólo pesa ochenta libras, contiene el precio no sólo de ochenta libras de lana sino a veces el de varios miles de libras de peso de cereales, la manutención de los distintos trabajadores y sus empleadores inmediatos. El cereal, que difícilmente podría ser exportado en su propia forma, resulta así exportado como una manufactura terminada, y puede llegar hasta los rincones más remotos del mundo. De esta forma han surgido naturalmente, y se podría decir que por iniciativa propia, las manufacturas de Leeds, Halifax, Sheffield, Birmingham y Wolverhampton. Estas industrias son el fruto de la agricultura. En la historia moderna de Europa, su extensión y progreso ha sido generalmente posterior al de las industrias que fueron fruto del comercio exterior. Inglaterra era célebre por la industria de paños finos hechos con lana española un siglo antes de que pudiese venderse en el exterior el producto de las industrias que hoy florecen en los lugares antes mencionados. La ampliación y mejora de éstas últimas no podía tener lugar sino como consecuencia de la extensión y progreso de la agricultura, el último y más importante efecto del comercio exterior, y de las industrias introducidas por éste de forma inmediata, como explicaré seguidamente.

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