Heidi

En aquel preciso instante oyó llamar a la puerta. Tinette asomó la cabeza y dijo brevemente:

—El desayuno está servido.

Heidi no pudo comprender que estas palabras fueran una invitación para tomar el desayuno. El rostro burlón de Tinette incitaba más bien a no acercarse a ella y Heidi así lo entendió. Cogió un pequeño taburete de debajo de la mesa, y se sentó en un rincón para esperar el desarrollo de los acontecimientos.

Al cabo de un buen rato, oyó un rumor de pasos: era la señorita Rottenmeier, la cual parecía tan excitada como la noche anterior. Abrió la puerta y dijo gritando:

—¿Qué significa esto, Adelaida? ¿Es que no sabes lo que quiere decir desayunar? ¡Anda, vamos!

Eso, Heidi lo comprendió y siguió a la señorita Rottenmeier. Clara, que estaba en el comedor hacía ya un buen rato, saludó a Heidi afectuosamente. Estaba mucho más alegre que de costumbre, porque sabía que también hoy iban a producirse nuevos sucesos.

El desayuno transcurrió sin incidentes. Heidi se comió su tostada con perfecta corrección. Cuando hubieron terminado, Clara fue llevada a la sala de estudio en su sillón, y la señorita Rottenmeier ordenó a Heidi que permaneciera con la muchacha hasta que llegara el profesor. Cuando las dos estuvieron solas, Heidi se apresuró a preguntar:

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