—¿Qué dices, Heidi? ¿Por qué no ruegas ya a Dios?
—Porque de nada me sirve; Dios no me ha escuchado.
—Pero, hija mÃa, las cosas no suceden como tú te imaginas. Compréndelo bien: Dios es nuestro padre y él sabe siempre lo que nos conviene. Lo esencial es no perder la confianza en él, y suplicarle de todo corazón.