Las aventuras de Tom Sawyer

—¿Y quién va a decirlo? ¿Nosotros?

—¿Qué estás diciendo, Tom? Suponte que algo ocurre y que no ahorcasen a Joe el Indio: pues nos mataría, tarde o temprano; tan seguro como que estamos aquí.

—Eso mismo estaba yo pensando, Huck.

—Si alguien ha de contarlo, deja que sea Muff Potter, porque es lo bastante tonto para ello. Y, además, siempre está borracho.

Tom no contestó, siguió meditando. Al cabo, murmuró:

—Huck: Muff Potter no lo sabe. ¿Cómo va a decirlo?

—¿Por qué no va a saberlo?

—Porque recibió el golpazo cuando Joe el Indio lo hizo. ¿Crees tú que podía ver algo? ¿Se te figura que tiene idea de nada?

—Tienes razón. No había yo caído.

—Y, además, fíjate: puede ser que el trompazo haya acabado con él.

—No; eso no, Tom. Estaba lleno de bebida; bien lo vi yo, y además lo está siempre. Pues mira: cuando papá está lleno, puede ir uno y sacudirle en la cabeza con la torre de una iglesia, y se queda tan fresco. Él mismo lo dice. Pues lo mismo le pasa a Muff Potter, por supuesto. Pero si se tratase de uno que no estuviese bebido, puede ser que aquel estacazo lo hubiera dejado en el sitio. ¡Quién sabe!

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