La piedra cansada

AUQUI PRIMERO: —En las quipuchikas antiguas, no se libaba esencias de cortezas, según creo. Lejanas invasiones extranjeras, procedentes del sur, introdujeron en el reino, mucho antes que su unidad fuese fundada, el licor del lunático tallo macerado. En las quipuchikas antiguas, particularmente, al celebrarse el ingreso a la pubertad de las mujeres, se bebía una chicha de maíz, fuerte y amarga. La virgen núbil solía embriagarse en el festejo y las palabras que decía en el trance de su embriaguez, servían a los padres de clave para leer su porvenir.

UYURQUI: —¡Una práctica bárbara!

AUQUI 2: —Lo que hay de cierto es que no todos los ayllus del imperio celebran este rito de la misma manera.

VARIOS: —No. No. En efecto.

AUQUI 2: —En la región de los bosques orientales, se desnuda a la virgen y se la hace dormir, envuelta en hojas de plátano, en un calvero salvaje de los bosques. Las fieras vienen, al olor de la nueva sangre.

VARIAS SIPACOYAS: —¡Dios del agua! ¡Torrentes! ¡Cascadas! ¡Tempestad!

AUQUI 2: —Silenciosos, los elásticos oseznos, lamen castamente sus muslos dormidas en flexión de esperanza, y los viejos jaguares se apelotonan en torno, formándole una muralla hirsuta de defensa invulnerable.

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