El faro del fin del mundo

—No —contestó Kongre, con resuelto tono —. En la bahía de Elgor. En cuarenta y ocho horas podría franquear la distancia que le separaba de la bahía. No tenían más que costear el litoral, bien fuera por el norte o por el sur de la isla. En la caverna donde hablan dejado todo lo procedente del pillaje, el carpintero tendría a su disposición la madera y los útiles necesarios para reparar la avería. Si era necesario estar dos, tres semanas allí, permanecerían. El buen tiempo duraría aún dos meses lo menos, y cuando Kongre y sus compañeros abandonasen la Isla de los Estados, sería a bordo de un barco que ofrecería seguridad completa.

Además, Kongre habla tenido siempre el propósito de pasar algún tiempo en la bahía de Elgor. De ningún modo quería renunciar a los objetos almacenados en la caverna, cuando los trabajos del faro obligaron a la banda a refugiarse en el extremo opuesto dé la isla. La confianza volvió de nuevo a los espíritus de aquellos bandidos, que hicieron sus preparativos para partir al día siguiente en cuanto subiese la marea. La presencia de los torreros del faro no era cosa que pudiera inquietar a esta banda de piratas. En pocas palabras Kongre expuso sus proyectos.


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