-¿Remontamos?
-¡No, al contrario, descendemos!
-¡Mucho peor, señor Ciro! ¡Caemos!
-¡Vive Dios! ¡Arrojad lastre!
-Ya se ha vaciado el último saco.
-¿Se vuelve a elevar el globo?
-No.
-¡Oigo un ruido de olas!
-¡El mar está debajo de la barquilla!
-¡Y a unos quinientos pies!
Entonces una voz potente rasgó los aires y resonaron estas palabras:
-¡Fuera todo lo que pesa! ¡Todo! ¡Sea lo que Dios quiera!
Estas palabras resonaron en el aire sobre el vasto desierto de agua del PacÃfico, hacia las cuatro de la tarde del dÃa 23 de marzo de 1865. Seguramente nadie ha olvidado el terrible viento del nordeste que se desencadenó en el equinoccio de aquel año y durante el cual el barómetro bajó setecientos diez milÃmetros.