Los Hijos del Capitán Grant en la América del Sur

-¡Hijo mío, hijo mío! -exclamó Glenarvan con acento de infinita ternura. Se estrecharon en un fuerte abrazo que interrumpió Roberto para echarse también en brazos del indio, quien después abrazó también a su caballo al que le hablaba como si por sus venas corriese sangre humana. Luego, mirando a Roberto dijo:

- ¡Es un valiente! ¡Sus espuelas no han temblado!

-¿Por qué nonos dejaste a mí o a Thalcave intentar esa salvación?

-Porque él ya me salvó la vida y usted va a salvar la de mi padre.

CAPITULO 20

LAS LLANURAS ARGENTINAS

Después de expresar toda su alegría, el grupo advirtió nuevamente que tenía una sed insoportable, así que se pusieron en marcha hacia el Guaminí. Al llegar vieron la empalizada rodeada de cadáveres de lobos rojos, lo que les permitió

comprender mejor la violencia del ataque y el vigor de la defensa. Los viajeros, luego de beber abundantemente, hicieron honor a la comida que les habían preparado; el asado de ñandú les pareció excelente y el tatú resultó un manjar delicioso.

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