París en el siglo XX

Y el joven, inspirado, recitó hermosos versos, bien pensados y bien dichos, llenos de verdadera poesía.

-¡Bravo! -exclamó el tío Huguenin, entusiasmado-. ¡Bravo, hijo mío! Todavía se hacen estas cosas. Hablas la lengua de los hermosos días del pasado. ¡Oh! ¡Hijo mío! ¡Me haces gozar y sufrir a la vez!

El anciano y el joven se quedaron un instante en silencio.

-¡Basta! ¡Basta! -casi gritó el tío Huguenin-. Quitemos esta mesa que molesta.

Michel ayudó al buen hombre, y el comedor volvió a ser solo biblioteca.

-¿Y bien, tío? -preguntó Michel.

 

 

CAPÍTULO X

Gran revista de los autores franceses, que realizó el tío Huguenin el domingo 15 de abril de 1961

 

-Y ahora vamos al postre -dijo el tío Huguenin, señalando los estantes cargados de libros.

-Esto me devuelve el apetito -comentó Michel-. Devoremos.

El tío y el sobrino, tan joven el uno como el otro, empezaron a hurgar en veinte sitios; pero M. Huguenin no tardó en poner un poco de orden en el pillaje.

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