Veinte mil leguas de viaje submarino

LA BARRERA DE LOS HIELOS

El Nautilus prosiguió su imperturbable ruta hacia el sur. Seguía quincuagésimo meridiano con velocidad considerable. ¿Querría acaso, llegar al polo? Yo no lo creía, pues hasta entonces todas las tratativas de alcanzar tan alto punto hablan fracasado. La estación, además, se hallaba muy adelantada, ya que el 13 de marzo en las tierras antárticas equivale al 13 de setiembre en las regiones boreales, cuando comienza el período equinoccial. El 14 de marzo divisé los hielos flotantes a los 55º de latitud; simples trozos descoloridos, de veinte a veinticinco pies, que forman escollos sobre los cuales rompía el mar. El Nautilus se mantenía la superficie, Ned Land, por haber pescado ya en los mares árticos, se hallaba familiarizado con el espectáculo de los icebergs o islas de hielo flotantes. Consejo y yo lo admirábamos por primera vez. En la atmósfera, hacia el horizonte del sur, se extendía una faja blanca de deslumbrador aspecto. 





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