Viaje al centro de la tierra

Tampoco olvidó mi tío el aprovisionarse de tabaco, de pólvora de caza y de yesca, ni un cinturón de cuero, que llevaba ceñido a los riñones, y encerraba una buena cantidad de monedas de oro y plata, y de billetes de banco. En el grupo de las herramientas figuraban también seis pares de zapatos de excelente calidad, impermeabilizados merced a una capa de alquitrán y goma elástica.

—Equipados, vestidos y calzados de esta suerte —me dijo, al fin, mi tío—, no existe ninguna razón que nos prive de llegar a la meta.

Todo el día 14 lo empleamos en arreglar estos diversos objetos. Por la tarde, comimos en casa del barón de Trampe, en compañía del alcalde de Reykiavik y del doctor Hyaltalin, el médico más célebre de la isla. El señor Fridriksson no se hallaba entre los invitados; pero supe más tarde que el gobernador y él se hallaban en desacuerdo acerca de una cuestión administrativa, por lo que no se trataban. No tuve, pues, ocasión de comprender ni una palabra de nada de lo que se dijo durante aquella comida semioficial; pero observé que mi tío no cesó de hablar un momento.


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