Cenamos rápidamente y se acomodó cada cual todo lo mejor que pudo. La cama era bien dura, el abrigo poco sólido y la situación muy penosa a 5.000 pies sobre el nivel del mar. Sin embargo, mi sueño fue tan tranquilo aquella noche, una de las mejores que habÃa pasado desde hacÃa mucho tiempo, que ni siquiera soñé.
A la mañana siguiente nos despertó, medio helados, un aÃre bastante vivo; el sol brillaba espléndidamente. Abandoné mi lecho de granito y me fui a disfrutar del magnÃfico espectáculo que se desarrollaba ante mi vista.
Me situé en la cima del pico sur del Sneffels, desde el cual se descubrÃa la mayor parte de la isla. La óptica, común a todas las grandes alturas, hacÃa resaltar sus contornos, en tanto que las partes centrales parecÃan obscurecerse. Hubiérase dicho que tenÃa bajo mis pies uno de esos mapas en relieve de Helbesmer. VeÃa los valles profundos cruzarse en todos sentidos, ahondarse los precipicios a manera de pozos, convertirse los lagos en estanques y en arroyuelos los rÃos.