Viaje al centro de la tierra

Capítulo XVI

Cenamos rápidamente y se acomodó cada cual todo lo mejor que pudo. La cama era bien dura, el abrigo poco sólido y la situación muy penosa a 5.000 pies sobre el nivel del mar. Sin embargo, mi sueño fue tan tranquilo aquella noche, una de las mejores que había pasado desde hacía mucho tiempo, que ni siquiera soñé.

A la mañana siguiente nos despertó, medio helados, un aíre bastante vivo; el sol brillaba espléndidamente. Abandoné mi lecho de granito y me fui a disfrutar del magnífico espectáculo que se desarrollaba ante mi vista.

Me situé en la cima del pico sur del Sneffels, desde el cual se descubría la mayor parte de la isla. La óptica, común a todas las grandes alturas, hacía resaltar sus contornos, en tanto que las partes centrales parecían obscurecerse. Hubiérase dicho que tenía bajo mis pies uno de esos mapas en relieve de Helbesmer. Veía los valles profundos cruzarse en todos sentidos, ahondarse los precipicios a manera de pozos, convertirse los lagos en estanques y en arroyuelos los ríos.


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