Oída la historia de la vieja, la hermosa Cunegunda la trató con toda la urbanidad y decoro que se merecia una persona de tan alta gerarquí y tanto mérito, y admitió su propuesta. Rogó á todos los pasageros que le contaran sus aventuras uno después de otro, y Candido y ella confesáron que tenia la vieja razon. ¡Qué lástima es, decia Candido, que hayan ahorcado, contra lo que es práctica, al sabio Panglós en un auto de fe! Cosas maravillosas nos diria cerca del mal físico, y del mal moral, que cubren mares y tierras, y yo tuviera valor para hacerle con mucho respeto algunos reparillos.