Como hemos visto, bajo Moisés, bajo los Jueces, bajo los Reyes, hay siempre ejemplos de tolerancia. Aún más: Moisés dice varias veces en el libro del Éxodo «que Dios castiga a los padres en los hijos, hasta la cuarta generación»; esta amenaza era necesaria en un pueblo al que Dios no habÃa revelado ni la inmortalidad del alma, ni las penas y las recompensas en la otra vida. Estas verdades no le fueron anunciadas ni en el Decálogo ni en ninguna ley del LevÃtico y del Deuteronomio. ExistÃan los dogmas de los persas, de los babilonios, de los egipcios, de los griegos, de los cretenses, pero no constituÃan en absoluto la religión de los judÃos. Moisés no dijo: «Honra a tu padre y a tu madre si quieres ir al Cielo», sino: «Honra a tu padre y a tu madre para que vivas mucho tiempo en la tierra»; sólo los amenaza con males corporales, con la sarna seca, con la sarna purulenta, con úlceras malignas en las rodillas y en las piernas, con exponerse a la infidelidad de las mujeres, con préstamos usureros de los extranjeros y no poder prestar con usura; con morir de hambre y con verse obligados a comerse a sus hijos: pero en ningún caso les dice que sus almas inmortales padecerán tormentos después de la muerte o gozarán de la felicidad. Dios, que conducÃa él mismo a su pueblo, castigaba a este o lo recompensaba inmediatamente después de sus buenas o de sus malas acciones. Todo era temporal, y esa es la prueba que aporta el sabio obispo Warburton para demostrar que la ley de los judÃos era divina: porque al ser su rey el mismo Dios, y al hacer justicia inmediatamente después de la transgresión o de la obediencia, no tenÃa necesidad de revelarles una doctrina que reservaba para los tiempos en que ya no gobernarÃa a su pueblo. Los que, por ignorancia, pretenden que Moisés enseñaba la inmortalidad del alma privan al Nuevo Testamento de una de sus grandes ventajas sobre el Antiguo. Consta que la ley de Moisés sólo anunciaba castigos temporales hasta la cuarta generación. Sin embargo, a pesar del preciso enunciado de esa ley, a pesar de esa declaración expresa de Dios, de que castigarÃa hasta la cuarta generación, Ezequiel anuncia todo lo contrario a los judÃos y les dice que el hijo no acarreará la iniquidad de su padre: llega incluso hasta hacer decir a Dios que les habÃa dado «preceptos que no eran buenos».