Reseña de Depósito de cadáveres
Era la Muerte misma.La más increĂble y atroz apariencia de la Muerte. Su descarnada, purulenta presencia.Bajo el arrancado manto pĂşrpura, estaba el horror mismo que una mente enloquecida podĂa imaginar. Encerrado en una urna de tapa de cristal.Un fĂ©retro macizo, con su superficie transparente, dejando ver en su interior aquella figura dantesca, propia de la más insĂłlita pesadilla.El vestido verde, de brillante raso, empezaba a ensuciarse con la purulenta, nauseabunda baba de una putrefacciĂłn avanzada ya. Las manos eran regueros de gusanos, removiĂ©ndose en un caldo lĂvido que chorreaba de los dedos, puro hueso y carne putrefacta.En cuanto al rostro del cadáver allĂ guardado?El rostro era abominable, delirante.SĂłlo el dorado, largo cabello rubio, sedoso, que vieran antes en el retrato, se mantenĂa prácticamente intacto. Lo demás, era pulpa viscosa, carne putrefacta, adherida a jirones a la calavera de la mujer. La boca era un espumoso hervidero de gusanos, sobre los descarnados dientes iguales, nĂtidos como piezas de marfil. No habĂa ya nariz. Y los ojos eran sĂłlo dos cuencas vacĂas, oscuras, rezumando una viscosidad verdosa, entre la que se movĂan las criaturas repugnantes de la corrupciĂłn, como larvas de hediondez.