Reseña de La savia sin otono
En el cincuenta aniversario de su muerte, la figura de Miguel Hernández cobra una singular relevancia como paradigma del artista comprometido con su tiempo. Nacido en el seno de una humilde familia campesina de un pueblo levantino, en 1910, la vida de Miguel Hernández fue breve y sencilla. Influido inicialmente por Góngora y Garcilaso, consiguió elaborar un lenguaje propio con el que expresó la terrible contradicción en que se desarrolló su existencia: luz y sombra, luz de libertad y de amor, sombra del encierro que padeció en los últimos años de su vida. En su etapa creativa más fecunda, Hernández concibió la poesÃa como una eficaz herramienta con la que el hombre puede luchar por su libertad y denunciar las injusticias sociales. Y consiguió plasmar con insuperable aliento poético las desgarradoras circunstancias de su época.
Pero en su quehacer literario el poeta levantino también discurrió por otros senderos igualmente fructÃferos.
Precisamente esta magnÃfica y rigurosa antologÃa ofrece una visión de conjunto de su obra más perdurable. El libro se divide en cinco apartados cruciales para comprender la breve pero intensa trayectoria de Miguel Hernández: el poeta en marcha (1931-1935) testimonia su andadura inicial y sus incursiones en el gongorismo; conquista de la voz personal (1935-1936) presenta al gran sonetista que fue Hernández y sus vÃnculos con el surrealismo; poesÃa beligerante (1936-1939) incluye su más destacada poesÃa de guerra; la voz herida (1938-1941) ofrece las dolorosas canciones de ausencia, y voz última (1939-1940) reúne significativos poemas en los que predomina la circunstancia aflictiva y la amargura de la derrota.
Leopoldo de Luis nació en Córdoba en 1918. De sus numerosas obras cabe mencionar los libros de poesÃa El extraño (1955), Teatro real (1957), Juego limpio (1961), La luz a nuestro lado (1964), Igual que guantes grises (1979) y Del temor y la miseria (1985), asà como sus ensayos PoesÃa social española contemporánea (1965) y La poesÃa aprendida (1975).
En 1979 se le concedió el Premio Nacional de Literatura por Igual que guantes grises.