An Lowe abrió los ojos y miró hacia la esfera roja que parecÃa suspendida en el centro del visor de referencia tangente-orbital. Reconoció la Tierra. No se emocionó. Regresar después de seis mil años a su mundo no podÃa emocionarla. Nada, absolutamente nada, podÃa emocionarla. Sintió a G'wer, el «oriano», decirle sensorialmente: ?En tres horas estaremos allÃ, «Eldem». G'wer debÃa de estar viéndola, desde su torre de acero, la antena de ochenta mil metros, el faro de la Galaxia. No era humano. VivÃa dentro del receptáculo de vidrio, entre esporas metálicas, circuitos y ultrafotocélulas. Un curioso «robot» de mente más compleja que la humana.