El joven doctor Avesnes, de largos y bien cuidados cabellos, ojos azules y complexión atlética, que vestÃa un ajustado jersey blanco, de cuello de cisne, apoyó la cabeza en el respaldo del asiento y entornó los ojos. Henri Luys se inclinó sobre él, diciéndole en tono suave: ?Estás dormido, Joseph... Te sientes cómodo, descansado y tranquilo... Los párpados ya no te pesan, ¿verdad? ?SÃ, me siento muy confortable ?respondió el hipnotizado. Henri rozó con los dedos las sienes del otro.