Mulca Prado continuaba aún de pie frente a la ventanilla del tren que por cierto empezaba a moverse, agitaba la mano y en la pequeña estación donde habÃa seis o siete personas, si bien dos se destacaban de las demás, aquellas dos se pegaban una a otra moviendo las manos. Oscar Fanjul no se habÃa sentado aún, pero sà que miraba pensativo la pequeña estación que se iba mientras se movÃan sus manos con ademanes desvaÃdos y nerviosos. Oscar lanzó una mirada al infinito y la dejó caer vagamente sobre la chiquilla que continuaba de pie, con la cabeza vuelta hacia una estancia que ya era un punto difuso en la lejanÃa.
?Es mejor que te sientes, Mulca ?aconsejó Oscar tomando asiento a su vez?. A las nueve de la noche llegamos a Madrid y te queda mucho tiempo para cansarte.
Mulca cayó sentada con un largo suspiro.