Los hermanos Karamazov

CAPITULO VIII

UN ESCÁNDALO

Cuando Miusov a Iván Fiodorovitch llegaron a las habitaciones del padre abad, Piotr Alejandrovitch, que era un hombre bien educado, estaba avergonzado de su reciente arrebato de cólera. Comprendía que, en vez de exasperarse, debió apreciar en su justo valor al deleznable Fiodor Pavlovitch y conservar enteramente su sangre fria.

«Nada se les puede reprochar a los monjes —se dijo de pronto; mientras subía la escalinata que conducía al departamento del padre abad—. Puesto que hay aquí personas distinguidas (el padre Nicolás y el abad pertenecen, según tengo entendido, a la nobleza), ¿por qué no me he de mostrar amable con ellos? No discutiré, incluso les llevaré la corriente, y me atraeré su simpatía. Así les demostraré que yo no tengo nada que ver con ese Esopo, ese bufón, ese saltimbanqui, y que he sido engañado como ellos.»

Decidió cederles definitiva a inmediatamente los derechos de tala y pesca, cosa que haría de mejor grado aún al tratarse de una bagatela.

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