La Divina Comedia

tras mi pensar el tuyo ahora venía,

con igual acto y con la misma cara,

que un único consejo hago de entrambos.

Si hacia el lado derecho hay una cuesta,

para poder bajar a la otra bolsa,

huiremos de la caza imaginada.»

Este consejo apenas proferido,

los vi venir con las alas extendidas,

no muy de lejos, para capturarnos.

De súbito mi guía me cogió

cual la madre que al ruido se despierta

y ve cerca de sí la llama ardiente,

que coge al hijo y huye y no se para,

teniendo, más que de ella, de él cuidado,

aunque tan sólo vista una camisa.

Y desde lo alto de la dura margen,

de espaldas resbaló por la pendiente,

que cierra la otra bolsa por un lado.

No corre por la aceña agua tan rauda,

para mover la rueda del molino,

cuando más a los palos se aproxima,

cual mi maestro por aquel barranco,

sosteniéndome encima de su pecho,

como a su hijo, y no cual compañero.

Y llegaron sus pies al lecho apenas

del fondo, cuando aquéllos a la cima

sobre nosotros; pero no temíamos,

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