La Divina Comedia

pues la alta providencia que los quiere

hacer ministros de la quinta fosa,

poder salir de allí no les permite.

Allí encontramos a gente pintada

que alrededor marchaba a lentos pasos,

llorando fatigados y abatidos.

Tenían capas con capuchas bajas

hasta los ojos, hechas del tamaño

que se hacen en Cluní para los monjes:

por fuera son de oro y deslumbrantes,

mas por dentro de plomo, y tan pesadas

que Federico de paja las puso.

¡Oh eternamente fatigoso manto!

Nosotros aún seguimos por la izquierda

a su lado, escuchando el triste lloro;

mas cansados aquéllos por el peso,

venían tan despacio, que con nuevos

compañeros a cada paso estábamos.

Por lo que dije al guía: «Ve si encuentras

a quien de nombre o de hechos se conozca,

y los ojos, andando, mueve entorno.»

Uno entonces que oyó mi hablar toscano,

de detrás nos gritó: « Parad los pasos,

los que corréis por entre el aire oscuro.

Tal vez tendrás de mí lo que buscabas.»

Y el guía se volvió y me dijo: «Espera,

y luego anda conforme con sus pasos.»

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